from Xicancuicatl: Collected Poems
Canto 10:
À mon seul désir
5.2.89
La brisa, la frialdad
de aquel domingo en París,
día húmedo: yo recuerdo como
las meras piedras de la calle
murmuraban esas sílabas sibilantes
en tiempo con tus pies, mis pies
por el paseo antiguo de París
por la tarde.
Te veo todavía, tú, mujer
de otro tiempo, de visiones,
tú valoras los sentidos que todavía
actualizan esta tela vital. ¿Cuáles
animales franceses te revelan hoy
día y a la ánima perceptible ese día pasado, allí en París?
Había sonidos desvanecidos, ese domingo,
de un nivel más elevado que el de piedra,
más líquido y tenue: ya oigo y no oigo ya.
Si pudiéramos hablar, estuviéramos hablando,
en el momento actual, (pero, sí, ¿cuál momento, qué texto?)
¿que no nos pararíamos nosotros mismos,
y no oiríamos, una vez más, este sonido brutal
y el eco ajeno, dos rasgos tejidos
de la noche parisiense?
Y en fin, se nota tu boca presente
y el parto de las notas afines, ausente,
¿tu palabra, tal como tu sonido?
si parisílabos los
dos, parisílabos, sí
Oigo:
«Un miedo que tengo, de no sé qué, me persigue, plasma, forma ambos emociones y modos, el miedo que es mi texto y el preámbulo mío. ¿Qué no? Yo no sé ni quién soy, ni para qué, para quién soy, ni estoy, esta tarde en París, día húmedo, día antiguo, perfectamente mío, día mío, París, vía antigua, avenida a la calle. Cómo me asustan estas huellas: el palimpsesto parisiense,esfumado, muy esfumado; la paleta diurnal y desteñida; la acuarela que pertenece al invierno débil y pálido; todos de la tarde perdida, la tela ajena y tejida. Y a veces me asusta el color de algo, tal sonido de tal animal, por ejemplo, la ausencia tuya o la humedad del paseo visto por mi parte, por el punto de vista mío. ¿Qué no me asusta? Así como digo yo, así, así me sigue, sin son, pero así. Y así yo recuerdo los animales que pintarrajaban ellos mismos en las piedras, digo paredes, de tal pueblo, no me acuerdo el nombre, ni cómo se llama ¿te acuerdas? sí, de seguro. ¿Cuántos pequeños rasgos contiguos a las veredas y vaderas antiguas? ¿Cuántas marcas, manchas ynrastras persistentes? como te explico así. Quizás en la tarde de un día de invierno por ejemplo, oirás, entre los edificios antiguos de París por una tarde húmeda, día húmedo, como es, un eco tan desconocido, como te digo, que si fuera posible, nunca más dormirías.
«Ya sí, así, animal doloroso, rasgar y derramar para siempre hasta siempre, así, que sí. Yo recuerdo cuando (y antes que) oigo, porque nunca oigo sin recordar o haber recordado antes, aquella memoria, imagen y pánico, día doloroso como escribo yo, Pluma y Tinta: mi animal,animal mío, persigue, domingo mío, entre las ramblas antiguas de París, escritas por la tarde, día y agua, agua y animal, París mío.
«O animal claro de huella y presencia, cuerpo de agua de piedra de brisa, animal que asoma, con hebras rojas y negras y un azul tan profundo que debe significar, que me asombra, que me pasma a mí: Por mis calles de mi pueblo, de mi tiempo de mis aguas, por el tiempo, por lo bueno hasta siempre hasta siempre. O animal, por los míos, miedo y garra de la vida cotidiana: ¿qué y qué pues? ¿En qué forma? la próxima vez, esta vez, por mi tarde, París tan tarde. O pueblo mío, el susto precisa la mancha, el rasgo nunca aclara, ¿letra y humo significan todavía, hoy día? Día de agua. ¿Tú y yo? Cuáles animales se mueven por mis calles día tras día, tras día, y no imagino de la noche, París, pueblo antiguo, marea de susto, animal herido, animal mío, día de fiesta, día que se inmuta, día corto de invierno, débil, dominguito día 7.»
¿La tinta? ¿Dónde y cuándo quedará?
¿Nace en la luz, la paleta, la pluma,
o alrededor del órgano de la vista?
Literalmente no es una metáfora,
la franja y las hebras del ojo.
Pero ¿en qué consiste un color
que mete y sale, sometiéndose a
un orden solitario, distinto,
una tela imponiéndose entre
la piedra y el tacto húmedo? ¿Verde,
la franja tal como las hebras?
Es una dirección pura,
una trayectoria de huellas nomás;
es una locución hablada con
temor, vista por alguien.
Aquí la brisa anima
el discurso fabricado y el respiro brutal.
El pueblo de colores bajos y mates
se trasluce en tintas y hebras claras y matizadas.
El día de varios verdes
desborda la fábrica del eco
que eres y que quedas, tú, mujer, aquí
en tu antiguo París.
Fíjate.
El pájaro no es nada, un son gastado.
Los pies hacen el ruido, las trazas, la vista.
Tú asomas, tejes el sonido y el son
con la brisa y la frialdad del momento de mi,
digo, de nuestro domingo.
Una niña entra y sale una maravilla.
O mejor, se trazuma por la tela
que es París por la tarde,
una persona.
Milagro ¿qué no?
Paris, 1989
From Cantos, 1991
À mon seul desir*
5.2.89
The breeze, the chill
of that Sunday in Paris,
damp day: I remember how
the mere stones of the street
murmured those sibillant syllables
in time with your feet, my feet
along the ancient walks of Paris
late in the day.
I still see you, you, woman
of another time, of visions,
you value the senses that still
realize this vital cloth. Which
French animals reveal to you to-
day and to the perceptible soul that day past, there in Paris?
There were faint sounds, that Sunday,
from off a plane higher than that of the stone,
more liquid and tenuous: now I hear and now I don’t.
If we could speak, had been speaking
in the moment itself (but, yes, which moment, what text?)
would we not have stopped ourselves,
and not have heard, once more, this brutal sound
and alien echo, two slashes woven
from Parisian night?
And in the end, your mouth is marked, present
and the birth of the adjoining marks, absent,
your word, just like your sound?
so parisyllabile the two
of them, parisyllabile, so
I hear:
“Something I fear, I don’t know what, pursues me, molds me, shapes both emotions and moods, that fear that is my text and my preamble. No? I don’t know who I am, nor for what, for whom I exist, nor am, this evening in Paris, damp day, ancient day, perfectly mine, day of mine, Paris, ancient way, leading to the street. How these footsteps scare me: the Parisian palimpsest, hazy, very hazy; the daily and discolored palette; the aquarelle that belongs to frail and pallid winter; everything of the lost late in the day, the alien and woven cloth. And at times the color of something scares me, some sound of some animal, for example, your absence or the dampness of the walk seen from where I am, from my point of view. What doesn’t scare me? Just as I say, just so, so it follows me, soundless, but so. And so I remember the animals that painted themselves on the stones, I mean walls, of some town, I don’t remember its name, nor what it’s called, do you remember? yes, of course. How many little slashes next to the ancient ways and crossings? How many persistent marks, stains and traces as I explain to you? Perhaps late on a winter’s day for example, you will hear, among the ancient buildings of Paris one damp evening, a damp day like this, an echo so unknown, like I say, that were it possible, you’d never sleep again.
“Yes, just so, painful animal, rip and unravel forever until forever, just so, yes. I remember when (and before) I hear, because I never hear without remembering or having remembered before, that memory, image and panic, painful day as I write, Pen and Ink: my animal, my own animal, pursues, my own Sunday, between the old banks of Paris, written late in the day, day and water, water and animal, this Paris of mine.
“O bright animal of footstep and presence, body of water of stone of breeze, animal that shows itself, with threads of read and black and a blue so deep that it must mean, that astonishes and shakes me: through the streets of my town, of my time of my waters, through time, through the good until forever until forever. O animal though mine, dread and claw of daily life: what and what next? In what shape next time? this time, in my evening, Paris so late. O my town, dread fixes the stain, the slash never clarifies, do letter and smoke still mean, to this day? Day of water. You and me? Which animals move through my streets day after day, after day, and I do not imagine at night, Paris, old town, tide of dread, wounded animal, my animal, feast day, day which changes, short winter day, frail, little Sunday seventh day.”
The ink? Where and when will it remain?
Is it born in the light, the palette, the pen,
or around the organ of sight?
Literally it is not a metaphor,
the fringe and the threads of the eye.
But of what is a color made
that enters and leaves, submitting itself to
a solitary, distinctive order,
a cloth imposing between
the stone and the damp touch? Green,
the fringe as much as the threads?
It is a pure direction
just a trajectory of steps;
it is an expression spoken with
dread, seen by someone.
Here the breeze wakens
the fabricated speech and the brutal breath.
The town of faint and dull colors
shines through bright and well mixed inks and threads.
The day of various greens
overflows the fabric of the echo
that you are and will remain, you, woman, here
in your ancient Paris.
Look.
The bird is nothing, a wasted sound.
Feet make the noise, the outlines, the outlook.
You emerge, weave the sound and sense
with the breeze and the chill of the moment of my,
I mean, of our Sunday.
A girl enters and a wonder leaves.
Or rather, a persona is transumed by the fabric
that is Paris late in the day.
A miracle, no?
Paris, 1989
*Arteaga’s note to this poem in Cantos reads: Title, À mon seul desir, from the tapestry, Musée de Cluny. In this note, Arteaga refers to the sixth of a set of six tapestries of “The Lady and the Unicorn,” the first five of which have titles that allude to each of the senses. The meaning of the title of this sixth tapestry, “À mon seul désir,” remains obscure. See “17: fear” in House with the Blue Bed in Xicancuicatl for more comments by Arteaga about this title phrase.
Inspiración
En el film, es ella, la extranjera,
ella que conmueve al protagonista
fingido en la blancura de la luz
y en el negro del infinito también
simplemente a causa de hablar francés.
En la escena que recuerdo, ella para,
espera a las lluvias de guerra, bueno,
metáforas de conflicto y de sangre
pero lluvias todavía, tal como
lluvias son al momento de encontrarse
con un acto de belleza violenta:
el mármol de una mano de una diosa
se compromete bajo la redacción
como la memoria aún persistente.
Es, según el guión improvisado,
la belleza que demora y no la actriz,
es la raza de olas y la de mareas
que simplemente son sus familiares,
es el paisaje que es sexo para ella
más que la respiración de las lomas,
los sueños de los impasibles robles.
Pero en la tarde, afuera en la plaza,
ella está sola y fuera de la imagen,
fuera del montaje y de la historia
envuelta en una sintaxis helada
como si fueran piedras las palabras.
Con eso, la figura de la mujer
conoce ambos la escultura y las lluvias
pero algo de las palabras francesas
ella no sabe nada:
porque reproducida el habla falla
y la respiración da vida a nadie.
Al reconocer el nombre de la actriz
y de la figura que ella simula,
Veronica Karina,
ves por fin las letras F-I-N
que ilusionan el impulso del guión,
allí, lejos en la larga distancia
donde negra está la pantalla grisz
y cierras a la vez la última blanca
página del libro, F-I-N.
¿Apagar la luz en ese momento
o esperar un poquito?
Cierras los ojos tal como el libro
y después de haber librado la vista
de todos los trozos blancos y negros
de pantalla y página, luz y papel,
mueves la cabeza a la derecha y ves
el azul cielo desde el avion azul
desde las alturas por la ventana
ves la azulada sangre que flota
encima lo de abajo, casa y plaza,
encima memorias desvanecidas.
A la vez que ves, al mismo instante
dos mariposas llegan a tu cama
por fin llegan a las manos que apenas
dejan caer un libro desde el cielo.
Respiras sobre las frágiles alas,
a la cama te caes y se te ocurre
que los sueños no han sido los efectos
de muerte ni las causas de belleza.
Traes en la mano, musa,
las alas azules de haber vivido
bajo un cielo que no está hecho de imagen
cuando respiras tu respiro encima.
From Act Zero (2008)
The film alluded to in this poem may be Jen-Luc Godard’s Le Petit Soldat (1960/1963), in which Anna Karina plays the role of Véronica Dreyer.
Inspiration
In the film, it is her, the foreigner,
her who moves the protagonist
fixed in the whiteness of the light
and in the black of the infinite also
simply because she speaks in French.
In the scene I recall, she halts
waits for the rains of war, all right,
metaphors for conflict and for blood,
but rains all the same, just as
rains are at the moment of meeting
with an act of violent beauty:
the marble of a goddess’s hand
commits itself beneath the writing
like a memory still persisting.
It is, as the improvised script has it,
beauty that delays, and not the actress,
is the root of waves and of tides
which simply are her familiars,
it is the landscape that is sex for her
more than the breathing of the hills,
the dreams of the impassive oaks.
But in the evening, outside on the square,
she is alone and away from the image
away from the set and from the history
that’s wrapped in a frozen syntax
as if they were stones words.
With that, the figure of the woman
knows both sculpture and rains
but something of French words
she knows nothing of that:
why speech reproduced fails
and breath gives life to no one.
Recognizing the name of the actress
and of the figure she feigns,
Veronica Karina,
you see in the end the letters E-N-D
which really get the script going,
there, far away in the distance
where the grey screen is black
and at the same time you close the last white
page of the book, E-N-D.
Turn off the light in that moment
or wait just a little?
Close your eyes as you close the book
and having freed your sight
of all the black and white bits
of screen and page, light and paper,
you move your head to the right and watch
the blue sky from the blue plane
from high up through the window
you watch the bluish blood that floats
above all below, house and square,
above memories fading away.
Even as you watch, the very instant,
two butterflies come to your bed
in the end come to your hands that have just
dropped a book from the sky.
You breathe on their fragile wings,
you fall on the bed and it occurs to you
that dreams have not been the effects
of death nor the causes of beauty.
You bear in your hand, muse,
the blue wings of having lived
beneath a sky that is not made of images
when you breathe your breath above.
Trans. David Lloyd, i.m. AA
Xicancuicatl collects the poetry of leading avant-garde Chicano poet Alfred Arteaga (1950-2008), whom French philosopher Gilles Deleuze regarded as “among those rare poets who are able to raise or shape a new language within their language”. Arteaga made crucial breakthroughs in the language of poetry, basing his linguistic experiments on the multilingual Xicanx culture of the US Southwest. His formal resources and finely tuned ear for sound patterns and language play remain astonishing. His poetical work, presented as a whole here for the first time, pursues a steadily unfolding project that draws on the tradition of Xicanx writing from the eighteenth-century poet and nun Sor Juana de la Cruz to his contemporaries in the Chicano Renaissance. Arteaga’s poetry is a sustained and exemplary unfolding of Xicanx poetics out of the historical situation of radical border- and language-crossing and remains still virtually the only work of this rhetorical orientation and theoretical sophistication carried out in the field. His poetry speaks more than ever to a moment in which border-crossing, cultural diversity, language-mixing and a multi-cultural vision of America are critical issues.
David Lloyd is a writer and critic, born in Ireland and currently living in Los Angeles and teaching at the University of California, Riverside. Arc & Sill: Poems 1979-2009 (2012) collected his new and selected poetry. Two new collections, Bar Null (SoundEye Books) and Furrow Archive (Magra Books) appeared in 2019. A bilingual French/English edition of his play, The Press/Le Placard was published by the Nouvelles Scènes series, Presses Universitaires du Midi, in 2018. He is the editor of Cusp Books, a chapbook press based in Los Angeles. His latest critical books are Beckett’s Thing: Painting and Theatre (Edinburgh University Press, 2016) and Under Representation: The Racial Regime of Aesthetics (Fordham University Press, 2019).